lunes, 24 de septiembre de 2018

MONÓLOGO DE UN SUICIDIO

Hoy es mi cumpleaños. Como cada año, recuerdo que no estás aquí y no lo estarás, pero... Esta vez es diferente. Me siento solo, me siento extraño. Esas personas me esperan en la sala, están ahí, a unos metros de mí, pero me sigo sintiendo solo; al recordar que años atrás tú eras la única conexión entre todo y yo. Ellos me esperan, ansiosos de celebrar como lo hacen la mayoría. No puedo fingir, no puedo hablar; no puedo reír, ni mirar. Solo estoy parado en el medio. Estoy ahí, pero no lo estoy, o al menos ya no más. Me dejaste encerrado en una jaula, olvidado en el pasado, olvidado entre recuerdos. Aquellos recuerdos que se decoloraban con el tiempo, esos que los añoraba con ilusión. Ahora me envolvían en melancolía.

Intenté arrebatar el alma de mi cuerpo, lo intenté dos, tres o cuatro veces; no lo recuerdo, o no quiero recordar, espera... Tal vez lo recuerde.

Estaba desesperado, atrapado entre paredes y sábanas blancas. Todo era blanco para los demás, mas no para mí. No puedo esperar más, mi alma no puede seguir ahí, mi mente ya no lo está. Observé ese cajón, donde se hallaban drogas, de esas que la llaman legales. Me asomé por si alguien se acercase, lo planeé en segundos. Las tomé casi todas, pues interrumpieron el final. Quedaron unas cuantas, regadas sobre esa sábana blanca, sobre ese piso tan impecable. No lo logré, pues horas después me encontraba en el mismo lugar, más calmado, más desorientado; ellos me veían ahí, más no yo.

Pasó más de un año. Ahora me hallaba en la cocina, no podía soportarlo más. Esta vez no había nadie cerca, no en ese momento. Nuevamente esas drogas. Esta vez eran más, apiladas en cajas y por tiras. Ya no eran miligramos, eran gramos; no me importó contarlas una por una, solo sé que fueron más de cien, doscientos o tal vez trecientos. Eso ya no importaba, pues me las había acabado por completo. Todo fue tan rápido. Me hallaba nuevamente en donde todo comenzó.

Solo recuerdos esos sucesos, pero presiento que fueron más veces.

Ya no hablaba más con ella, no respondía mis mensajes. Solo siento que al irse, se llevó mi esencia. No podía sonreír, al menos no como lo hacía cuando estaba cerca.

No tengo esa ilusión de los demás esperando el último mes, el final del año. Esa temporada del año donde todos son felices. Ese mes tan efímero, pero para ellos lo vale.

Pasaron semanas y no pensé que ocurriría nuevamente. Solo que ahora debía hacer algo al respecto, ya no podría seguir aquí…


¿Tal vez he llegado al final? ¿O tal vez el final llegó a mí? ¿Hay algo que me impide avanzar? ¿O es que estoy frente al final? ¿Es una pared o es el abismo? Nunca lo sabré hasta que mi corazón deje de latir. ¿Quieres saber que hay detrás de esa pared o debajo del abismo? Nunca lo sabrás hasta que mi corazón deje de latir. ¿Qué es lo que sucede? ¿Quiénes son todas esas personas reunidas en ese lugar? Lo siento, guarden la hipocresía. Esto terminará pronto, y pronto ya nadie estará en ese lugar. Apresúrate, no hay tiempo y pronto llegarán. Necesito espacio, necesito un nuevo lugar, ellos no pueden observar hasta que esto termine. No debe estar nadie cerca cuando suceda, nadie debe impedir lo inevitable, lo inmutable y lo invariable. Mi corazón debe dejar de latir pronto, o ellos al llegar lo impedirán. Rápido, toma ese cable grueso y conviértelo en un nudo. Deja una nota como cliché, un testamento como cliché, todo es adrede. Estoy listo para ello, debo colocar una silla como algo rutinario, debo seguir los pasos recomendados; hay un itinerario, es eso o tal vez son instrucciones básicas. Repito, todo es cliché y está hecho adrede. Esa es la solución que voy a dar para esto, no es la correcta pero pronto todo pasará, nadie recordará, esto es momentáneo; el tiempo es relativo, será un proceso efímero o longevo. Ese tiempo es variable para todos. Ya está todo listo, solo debo colocarme como está planeado. Esto está yendo rápido, mi corazón está dejando de latir, mi pulso se está desvaneciendo...

Me hallo en el suelo ¿Por qué todo da vueltas? ¿Cuánto tiempo ha pasado? La silla está en el suelo y el fierro que me sostenía con el cable se ha doblado; el cable se encuentra a mi costado. ¡Lárgate! ¡Déjame en paz! ¿Qué acaba de suceder? ¿Han pasado segundos? ¿Han pasado minutos? ¿Qué fue lo que vi? No comprendo nada, no puedo describir detalladamente todo lo que viví, lo que sentí, lo que pasó. Son tantas cosas, y tiempo no fue relativo esta vez. Vi pasar, segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años y no lo comprendo. No comprendo como me hallo aquí, en este suelo que me acoge sin remordimiento y sin juzgarme.

Recuerdo sostenerlo en mis brazos, un futuro por delante; un futuro invariable, inmutable. Emitiendo ese sonido agudo, tan cotidiano en aquella sala.

Recuerdo el aroma perfecto del pasto. Ya no era uno meciéndose entre mis brazos; el tiempo jugaba su partida; ahora eran más y no cabían más en mis brazos. Nos preparábamos para una foto familiar.

Recuerdo hallarme senil y cansado, el tiempo me guiaba como un viejo amigo y no lo notaba. Esperaba mi hora acompañado de alguien más joven que yo. Pude notar de manera sutil cuando colocó su mano sobre la mía y observé de reojo. Era joven aún, pero podía notar toda esa experiencia; esos años vividos, ni tan cortos, ni tan largos. Solo agradecía que estuviera cuando partiera una vez más...

Volví a sentir mi corazón dejar de latir, y ahora me encuentro aquí nuevamente. Ya nada parece real, todo es tan diferente, pero nada parece haber cambiado. ¿Cuál es la respuesta para esto? ¡Esa no es la pregunta! ¿Por qué me regreso eso? ¿O esa? Él o ella? ¿Cómo puedes definir lo indefinible? ¿Como puedes describir lo indescriptible? ¡Esas son las preguntas!


Nota: Este cuento fue publicado en el tercer número de la revista literaria Ibídem.

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