jueves, 26 de julio de 2018

EL MENSAJERO DE SUPAY

Se escuchaban gritos de dolor en la plaza.

Cuatro caballos tiraban en direcciones contrarias. Una familia rodeada en la plaza de Tinta por los espectadores temerosos y sus verdugos sedientos de sangre. Tan solo quedaba uno de ellos, quizá el más formidable… 

Los esfuerzos fueron en vano, pues no podían ante tal excepcional hombre. Los potros no pudieron arrancarle los miembros, pues no solo luchaba con su fuerza enorme, también con la voluntad de no ver caer a su pueblo. Optaron por decapitarlo y segundos antes de morir, pronunció aquellas palabras.

—¡Qhawaykuway! ¡Qhawaykuway! —le gritaba a sus verdugos mientras lo miraban, él estaba con sed de venganza —¡Maypipas!... ¡Supay ñakay!

Gritó hasta que silenciaron decapitándolo, o al menos eso creyeron…

El cielo se nubló, la temperatura descendió con brusquedad. Los espectadores aterrorizados por las últimas palabras de José Gabriel Condorcanqui, desesperados por lo que sabían que iba a suceder, corrieron despavoridos. Pues Supay era alguien de temer.

La neblina densa cegaba toda la plaza, poco a poco comenzaron a escucharse gritos en todos lados. No había excepción, hombres, mujeres, niños. Se escuchaban sus gemidos cada vez más intensos. Supay había aparecido no para llevarse el alma de Condorcanqui. Estaba para regresarle lo que le pertenecía, su último aliento por toda la eternidad. Con ese aliento lucharía hasta el fin de los tiempos.

Casi media hora después, la neblina comenzó a disiparse, se podía apreciar los cuerpos de sus enemigos regados por toda la plaza. La sangre aun manteniéndose calientes como los baños termales de Machu Picchu.

La presencia del señor del inframundo desapareció, pero dejó en su lugar al hombre que lo había llamado con ansias.

Los jinetes lograron huir en sus caballos a varios kilómetros de la plaza. Pero eso no iba a evitar sus destinos. Pues el señor del inframundo reclamaba sus almas con voracidad.

Lento fueron cayendo uno por uno. Sus cuerpos fueron atados en warakas, arrastrados por el hombre maldito.

Su historia trascendió con el pasar de los años. Va divagando, con sed de venganza. Intentado consumar el dolor de la pérdida de su familia.

La inmortalidad, era el precio que tenía que pagar por su llamado. Tupac Amaru II reclamaría a su paso las almas que le pertenecen a Supay.


Glosario:

-Qhawaykuway / Mírame.
-Maypipas / Donde sea.
-Supay / Diablo. Dios de la muerte y señor del inframundo.
-Ñakay / Maldecir.


Nota: Este cuento fue publicado en la antología "Heroes y Santos" de la revista Aeternum.


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