martes, 24 de julio de 2018

LA CORBATA DE MI PADRE


Era poco convencional la relación entre mi padre y yo. Él, por su parte, no solía dialogar a menudo conmigo. Pero esta vez llevaba sin hablarme una semana aproximadamente, tampoco me miraba, comenzaba pensar que ya no era el mismo.

Se acercaba el día del padre, como solía ser cada año, siempre intentaba regalarle algo diferente. Esta vez había optado por una corbata, jamás le había regalado una. Era demasiado común, pero quería que aquella corbata formara parte de un plan para poder acercarme a él.

Emprendí la búsqueda de aquella corbata poco convencional.

Las calles solían perder el brillo a cada segundo. Sentía el tiempo pasar raudo, era eso, o tal vez yo era lento…

Creí haber pasado por esta calle tres veces hoy día. Era mi intuición o al menos eso sentía.

Las personas me observaban con inquietud, quizá podían leer mi mente…

Parpadeé una o dos veces. Observé mi reloj que marcaba más de las doce de la tarde. Debía apresurarme antes que el día me ganara...

Giré en la siguiente esquina que daba a un pasaje no tan concurrido en esa vieja ciudad.

El final de aquél, terminaba en una tienda muy peculiar. Tenía ese feng shui que atrapaba mi inconsciente; controlaba mi cuerpo, lo atraía como miel a la abeja. Su puerta rustica albergaba esos años que mi padre los llevaba en el rostro; sabía que allí encontraría una corbata a su gusto…


—¿Buenas tardes? —dije intentando llamar la atención del vendedor.

Colocó sus lentes encima del crucigrama sin completar y se dirigió hacia mí.

—Acércate hijo, llevas buen rato buscando un regalo para tu padre al parecer —sonrió taimado.

—De hecho llevo buscando desde la mañana —respondí muy ansioso.

—Creo que tengo el regalo perfecto para esta ocasión —dijo levantando el dedo índice en signo de iluminación.


Dio media vuelta y se acercó a la esquina del estante. Tomó una caja no tan pequeña, estaba envuelta en papel de regalo. Regresó y lo colocó al costado de los lentes.


—De seguro esto le fascinará a tu padre —asintió con la cabeza entre cerrando los ojos.

—¿Pero cómo puedo saber qué es lo que estoy buscando? —respondí anonadado.

—Solo revísalo en casa antes de entregárselo —dijo mirándome con esos ojos grises y penetrantes.


La alarma de mi reloj de bolsillo comenzó a sonar. Se me hacía tarde.


—¿Cuánto le debo? —dije mientras buscaba mi billetera en el abrigo.

—Nada, hijo—respondió muy tranquilo —el regalo ya está pagado.


Estaba apresurado, pues mi reloj no dejaba de sonar y eso me ponía nervioso.

Comencé a caminar rápido para llegar a tiempo a mi casa.

Las calles se hacían demasiado largas, y mi reloj no paraba de sonar. Sumergido en la desesperación opté por correr lo más que pude hasta llegar a casa.

Al abrir la puerta fui directo a mi cuarto, pues tenía que revisar el regalo antes de entregárselo a mi padre. Debía cerciorarme de que era perfecto. Abrí el regalo muy despacio, pues no quería arruinar la envoltura. Proseguí a quitar la tapa. Contenía una corbata azul metálico. Sonreí con entusiasmo, pues era el color favorito de él. La tomé del empaque con mucho cuidado. Al observarlo detenidamente noté que estaba manchado con pequeñas gotas rojo carmesí. No puede ser lo que estoy pensando.

¡Si, eso era! ¡Manchas de sangre! Quedé petrificado por varios segundos, luego, dejé la corbata a un lado y revisé la caja. Me percaté que debajo de la corbata había una nota. Al tomarla y observarla, noté que la letra era perfectamente idéntica a la mía. ¿Cómo era posible eso? No podía comprender nada, mi corazón comenzó a latir muy raudo. Mi reloj empezó a sonar de nuevo. No entendía nada de lo que estaba sucediendo…

Habían pasado horas, pues el reloj marcaba las siete de la noche. Tomé la corbata y me dirigí a su cuarto, sabía que él me estaba esperando ahí. Toqué la puerta.


—¿Papá, estás despierto? —dije muy ansioso.


Abrí la puerta contiendo mi éxtasis. Lo veía recostado en su cama, tan delgado que hasta los huesos se le notaban. Me acerqué risueño hacia él. Lo vestí con su terno favorito. Le quedaba suelto como cada año. Le hice un nudo cuidadosamente con la corbata que le había comprado, pues no quería que su cabeza se cayera por descuido.



Nota: Este cuento fue publicado en la edición N° 3 de la revista Molok.

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