jueves, 1 de noviembre de 2018

Super 8

Era común en esas vacaciones de verano que Santino y yo nos reuniéramos en su casa para ver alguna película. Esta vez optamos por ver Siniestro, de género terror, llevaba  semanas queriendo ver aquella película y ese día se dio la oportunidad. 

Cuando regresaba a mi casa, rodeé el parque por la pista. En él se encontraba un grupo de perros, que aterrados ladraban acercándose lentamente; no me ladraban, ladraban  lo que mis ojos no podían ver a mi alrededor. Segundos después oí silbidos al compás de mis pasos. Se repitieron dos veces más. Giré hacia el sonido que me acechaba, pero no podía divisar nada que estuviera emitiéndolo.

Al llegar, abrí raudo la puerta de mi casa, solo quería dormir en ese momento. Así que me dirigí a mi habitación. Al recostarme sentí que me observaban, aún seguía perturbado por lo que estaba pasando. Ahora trataba de no cerrar los ojos, ya no quería dormir.

Comencé a rezar el “Padre nuestro” pero no lograba terminar, repetía una y otra vez cada que llegaba a la mitad de la oración. El sueño me venció y al cerrar mis ojos, sentí que algo arremetió sobre mí, una especie de nube negra en forma de espectro se abalanzó sobre mí. Pude reaccionar abriendo los ojos y girando hacia la izquierda junto a la pared. Mi hermano se encontrada al otro extremo del cuarto, en su cama. Me acerqué para decirle que me hiciera un espacio.
Ahora me encontraba asustado, nuevamente repetía una y otra vez el “Padre nuestro” incompleto, cuando sucedió de nuevo. Esta vez la temperatura de la habitación descendió con brusquedad. Desperté a mi hermano para decirle que algo extraño estaba sucediendo, pero ignoraba lo que trataba de decirle.

—Daniel, despierta, algo está pasando —me dirigía hacia mi hermano mientras lo codeaba, pero solo atinó a voltear y verme.

—¡Daniel, levántate! ¿No sientes que hace demasiado frío? —lo jalaba una y otra vez para que me prestara atención —pasa tu mano alrededor  de donde estoy.

Al ver con claridad mi rostro de preocupación hizo caso a lo que le pedí. Al pasar su mano, su piel se erizó, ahora él también sentía ese gélido aire. Esta vez su expresión cambió quitándole el sueño. Tampoco podía comprender lo que estaba sucediendo. Así que esta vez decidí despertar a todos.

Ahora nos encontrábamos en mi habitación, todos sentían ese frío sepulcral que ahora cubría toda la casa. Las luces se apagaron, todo aparato electrónico dejó de funcionar por unos breves segundos. Ahora no solo el frío era sepulcral, también el silencio. Luego todo volvió a la normalidad y fingimos en ese momento que nada había pasado, como era costumbre. Todos se dirigieron a sus cuartos.
Antes de dormir revisé a qué hora me acostaba como lo hacía cada día. Al encenderla pantalla de mi móvil me percaté que algo se había descargado automáticamente. La aplicación no provenía del Play Store, era de origen desconocido. Esta tenía el nombre de “Super 8” y la imagen de la aplicación era de las videocámaras antiguas de este mismo modelo, la cual me recordó a la videocámara de la película Siniestro. Al abrir la aplicación la pantalla se puso negra, y el teléfono quedó congelado. Trataba de no asociar nada de esto con lo que había pasado hace un momento, tiré el teléfono a un costado y me recosté; tapándome por completo, cerrando mis ojos hasta quedarme dormido, ignorando el calor abrumador de ese verano.

El día estuvo normal, había dejado mi celular de lado casi todo el momento hasta que decidí agarrarlo. Al desbloquearlo, aún seguía aquella aplicación extraña, intenté eliminarla pero me era imposible. Trataba de no pensar lo sucedido anoche, así que obvié que estuviera allí.

Por la noche, a la misma hora de lo que había sucedido el día anterior, se encendió  la linterna de mi celular y emitía un sonido extraño, me acerqué a la mesa de mi cuarto donde se ubicaba mi teléfono. Al tomarlo me di cuenta que lo que se había abierto era esa aplicación. Estaba grabando, simulando una “Super 8”. Quedé  petrificado por un momento hasta que el celular se apagó. Lo dejé caer sobre la mesa y me dirigí hacia mi cama a dormir y fingir que nada estaba sucediendo. Al día siguiente mientras revisaba mi celular, encontré en la sección de vídeos una carpeta llamada igual que la aplicación perturbadora. Al abrir la carpeta encontré un vídeo, en cual contenía alguien grabando a toda mi familia mientras dormía, no contenía sonido alguno. Esta vez ya no podía ignorar lo que estaba sucediendo. Esa misma noche decidí comprobar si es que no era solo un juego de mi mente que aún seguía pensando en aquella película de terror y sobre todo en Bughuul.

Tomé el celular e intenté abrir la aplicación, esta oportunidad no tuve problemas, abrió con facilidad, casi podría decirlo, lo abrí con la mente, o al menos eso lo sentí. Comencé a filmar, cada parte de la casa, recorriendo habitación por habitación quizá con la inconsciente intensión de encontrarme a Bughuul…

Así comencé a utilizar aquella aplicación cada noche, sin percatarme que lo había tomado como un juego. No le había dado un nombre especial, simplemente lo llamaba por cómo estaba en mi celular, poco a poco aprendí a jugar con el “Super 8”. 
El juego consistía en levantarme a las dos de la mañana, que era el momento en el cual la aplicación se abría, para comenzar a grabar solo tenía que decir “Busquemos a Bughuul”. A veces percibía que Bughuul me buscaba a mí y yo no a él. Cada vez que la usaba encontraba más símbolos como en los que aparecía en la película. Decidí mostrárselo a Santino, la siguiente vez que nos reuniéramos a ver películas en su casa…

Era martes y ya habían pasado tres semanas desde que todo comenzó en esa madrugada. Había quedado con Santino en ver películas esa noche, pensé que era el momento perfecto para mostrarle mi nuevo juego. No era muy creativo inventando nombres así que solo lo llamé por cómo estaba en mi celular…

—Oye viejo, quiero mostrarte un juego en mi celular, lo llamo Super 8 —enseguida saqué mi celular que estaba en mi bolsillo derecho, qué extramente la aplicación estaba encendida.

De pronto comencé a perder el control de mi cuerpo. Ahora me hallaba frente a lo que era una grabación de Super 8. En ella veía a Santino en el suelo, junto a sus dos hermanas, hermano, madre y padre. Todos estaban inconscientes y con moretones en todo el cuerpo. Quien grababa al parecer era yo. En mi mano izquierda sostenía una daga muy peculiar, en la hoja llevaba un grabado, era el símbolo que representaba a Bughuul. Comencé a cortar las extremidades inferiores y superiores de cada uno, excepto la de amigo y su hermana menor. Luego corté sus rostros mientras observada con detenimiento cómo se separaban de sus músculos. Cosí los brazos y rostro de su madre en los de su hermana más grande y viceversa; lo mismo hice con los de su padre y su hermano. Solo quedaba mi amigo y su hermana pequeña. Esta vez  hice un corte horizontal  sobre el abdomen de Santino, Quité todas sus vísceras e introduje con suma cautela el cuerpo de su hermana dentro del abdomen y lo cocí.

Desperté luego en la comisaría que quedaba a varias cuadras de mi casa. Ahora tenía que pagar condena sobre algo que al parecer había cometido sin intención. En los medios de comunicación y redes sociales se filtró el vídeo grabado por mi celular, en el cual se podía observar todo lo que sucedió esa noche, el título y la frase que mencionaba al final del vídeo fue “¿Jugamos al Super 8?”


Nota: Este cuento fue publicado en la antología "Juegos Macabros" de la revista Aeternum.

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